viernes, 6 de febrero de 2009

Cuaderno de tormentas: Crónicas de los deambulares por Ciudad Espanto (David Rubín)

David Rubín es uno de los autores gallegos de cómic que más está dando de hablar (bien). Fundador del colectivo Polaqia, ha participado en revistas y fanzines del prestigio de TOS, BD Banda, Barsowia, Humo, Enfermo... Tiene ya unos cuantos álbums publicados (La Tetería del Oso Malayo, El Circo del Desaliento...), pero hasta ahora no había despertado suficientemente mi interés.

Y es este Cuaderno de tormentas: Crónica de los deambulares por Ciudad Espanto, editado a finales del año pasado por Planeta, la obra con la que me ha picado el gusanillo. La historia, sin ser el culmen de la originalidad, está muy bien traída: un historietista multipremiado que ha perdido la inspiración recibe la visita de un demonio que se ofrece a llevarle a una ciudad donde encontrará mil y una historias que contar. Y él acepta, claro. Entra entonces en Ciudad Espanto, una urbe infernal en la paseará sin rumbo fijo, anotando las historias de sus desdichados habitantes, hasta que poco a poco sus propias experiencias dentro de la ciudad le irán convirtiendo en un habitante más.

Rubín nos presenta esta historia no como un cómic "puro", eligiendo mostrar
lo que escribe el protagonista en su cuaderno como un cuento ilustrado y llo que le ocurre como cómic.

La cantidad de referentes que Rubín demuestra en esta historia podría ser abrumadora o cargante en un autor menos hábil, pero consigue reunir de forma coherente en una sola obra elementos presentes en las creaciones de Paul Pope, Tim Burton, Jack Kirby, Jim Henson, Max (que, por cierto, escribe el prólogo), H. P. Lovecraft, Neil Gaiman, Joann Sfar, Dante, Javier Olivares y tantos otros, unas veces de forma más evidente y otras de forma más sutil, pero sin caer en la vulgaridad que últimamente estamos sufriendo gracias a la moda de lo gótico en su vertiente más ñoña.

Quizá lo que menos importe de esta historia sea el final, que se va adelantando desde las primeras páginas, si no el trayecto que sigue el protagonista para llegar a él, los coloridos personajes que encuentra y sus historias y, sobre todo, la ambientación, muy bien acompañada por el adecuado uso del color.

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