A veces, cuando un personaje es tratado por guionistas de diferentes sensibilidades, gana en matices pero se aleja de la propuesta original. Aunque con John Constantine esto no ha ocurido todavía (debido al nivel medio-alto de los escritores por los que ha pasado y por lo bien que lo definió Alan Moore desde un principio), en ocasiones necesita una vuelta a los orígenes para evitar que su evolución repercuta en la esencia del personaje.
Así lo debió entender Andy Diggle cuando comenzó su etapa de casi dos años al frente de la cabecera del cómic más longevo de Vertigo, Hellblazer. Planeta acaba de sacar el primer recopilatorio de esta etapa, en la que se nota que este inglés no es un recién llegado al mundo del cómic (las buenas críticas de The Losers, Swamp Thing, 2000AD, entre muchos otros títulos, le respaldan). Las tres historias que comprenden el tomo (del 230 al 237 de la numeración USA) mantienen la tensión hasta el final, que no siempre es el esperado. En el primer contacto del autor con el personaje, le coloca en una situación en clara desventaja para el protagonista que se mantiene durante dos episodios en los que se impone el diálogo y se pone de manifiesto el conocimiento de Constantine tanto del mundo demoníaco como de los bajos fondos londinenses, en una clara muestra del respeto del autor por la tradición del personaje. La segunda historia, de otros dos episodios, devuelve a Constantine al manicomio de Ravenscar, donde pasó sus horas más bajas, en un nuevo capítulo de renacimiento y renovación, bastante manido ya en este título. La tercera y ultima historia, de cuatro episodios, es la que más me ha gustado, por ser menos obvia que las anteriores, notándose ya que Diggle le ha cogido el pulso al personaje, en una trama que mezcla gente normal de un barrio marginal de Londres con políticos especuladores y posesiones diabólicas.
El dibujo corre a cargo de Leonardo Manco, el artista argentino que ha sido el dibujante habitual más estable que ha tenido la serie en los últimos años. Sin muchas sorpresas y con el buen hacer al que nos ha acostumbrado todo este tiempo, Manco sigue creando los más tenebrosos ambientes y sabe pasar de una imagen mundana a una sobrenatural sin pestañear.
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