En 1994, en medio de una da las peores etapas creativas de Marvel Comics, Kurt Busiek a los guiones y Alex Ross a los dibujos dieron un vuelco a la industria del cómic de superhéroes con Marvels. En esta miniserie el protagonista y narrador, el fotógrafo Phil Sheldon, un tipo de a pié, asistía a la aparición de seres superpoderosos (como la Antorcha Humana, Namor o el Capitán América) que combatían el mal, desde delincuentes habituales a villanos igual de superpoderosos. El lector tenía en el ojo de Phil Sheldon la mejor butaca para ver los acontecimientos más importantes del Universo Marvel, desde la primera aparición de la Antorcha Humana en la Edad de Oro de los cómics hasta el fin de la Edad de Plata, simbolizado con la muerte de Gwen Stacy. Busiek supo plasmar con mucha habilidad el punto de vista de su personaje y de la sociedad en la que vive ante unos seres que han surgido de repente y a los que admira y teme por partes iguales. La verosimilitud del relato de Busiek se veía reforzada por los dibujos hiperrealistas de Ross, casi fotografías. La miniserie aupó a los dos autores a lo más alto de la popularidad del cómic americano y puso de moda cómics más realistas y protagonizados por personajes mundanos. Además, despertó una nostalgia por las etapas más clásicas del cómic de superhéroes que dura hasta hoy en día.
Durante años se especuló con una posible secuela de Marvels, pero no fue hasta 2008 que se empezó a publicar en los USA como miniserie de seis episodios (y a finales del año pasado en España en tres) Marvels: El ojo de la cámara. Panini acaba de publicar el tercer y último número y podemos decir que, sin llegar a ser la obra rompedora que fue Marvels, es muy amena y entretenida, llegando a ser emocionante en ocasiones.
La historia comienza poco después de donde acabó la primera parte, con un Phil Sheldon recién jubilado, preocupado por el futuro de su familia y sus problemas de salud. Aunque en esta miniserie Busiek se centre más en la historia personal del protagonista, no deja de reflejar lo que ocurría en los tebeos Marvel de la época reflejada, los años 70's y 80's. En esos años, al relajarse el estricto código de autocensura conocido como Comics Code, empezaron a aflorar una serie de personajes que cruzaban a menudo la línea entre el bien y el mal, héroes que no se dudaban en emplear los métodos más violentos y sanguinarios, como Lobezno, Elektra o El Castigador, y el mismo camino seguían algunos de los viejos héroes. En el Universo Marvel también empezaron a aparecer seres sobrenaturales y satánicos, como Drácula, el Hombre Lobo, el Motorista Fantasma o el Hombre Cosa. Ante los ojos del hombre de a pie, debería de parecer que el mundo se estaba volviendo loco y cada vez era más terrorífico y peligroso, y así lo refleja Busiek en la persona de Phil Sheldon, pero también su deseo de que la gente apoye y respete a los héroes que sigan siéndolo. Entre los acontecimientos más importantes de esos años, Busiek se hace eco de la Saga del Imperio Secreto del Capitán América (el equivalente al Watergate en el Universo Marvel), los cambios de formación en la Patrulla-X y Los Vengadores, la aparición de Iron Fist y Powerman (la respuesta de Marvel a las modas de las artes marciales y la blaxploitation), la muerte de Elektra a manos de Bullseye, las Secret Wars (I y II), la creación de Factor-X, el juicio a Magneto y, por último, la aparente muerte de la Patrulla-X al final de la saga La Masacre Mutante. Todo esto es visto por Phil Sheldon que, tras su jubilación y sus problemas de salud, se encuentra impotente mientras ve que el tiempo se le escapa de las manos. A partir del segundo número, Busiek contó con la ayuda del veterano guionista Roger Stern en las labores de documentación, ya que la cantidad de tebeos Marvel a revisar le sobrepasaba.
Durante años se especuló con una posible secuela de Marvels, pero no fue hasta 2008 que se empezó a publicar en los USA como miniserie de seis episodios (y a finales del año pasado en España en tres) Marvels: El ojo de la cámara. Panini acaba de publicar el tercer y último número y podemos decir que, sin llegar a ser la obra rompedora que fue Marvels, es muy amena y entretenida, llegando a ser emocionante en ocasiones.
La historia comienza poco después de donde acabó la primera parte, con un Phil Sheldon recién jubilado, preocupado por el futuro de su familia y sus problemas de salud. Aunque en esta miniserie Busiek se centre más en la historia personal del protagonista, no deja de reflejar lo que ocurría en los tebeos Marvel de la época reflejada, los años 70's y 80's. En esos años, al relajarse el estricto código de autocensura conocido como Comics Code, empezaron a aflorar una serie de personajes que cruzaban a menudo la línea entre el bien y el mal, héroes que no se dudaban en emplear los métodos más violentos y sanguinarios, como Lobezno, Elektra o El Castigador, y el mismo camino seguían algunos de los viejos héroes. En el Universo Marvel también empezaron a aparecer seres sobrenaturales y satánicos, como Drácula, el Hombre Lobo, el Motorista Fantasma o el Hombre Cosa. Ante los ojos del hombre de a pie, debería de parecer que el mundo se estaba volviendo loco y cada vez era más terrorífico y peligroso, y así lo refleja Busiek en la persona de Phil Sheldon, pero también su deseo de que la gente apoye y respete a los héroes que sigan siéndolo. Entre los acontecimientos más importantes de esos años, Busiek se hace eco de la Saga del Imperio Secreto del Capitán América (el equivalente al Watergate en el Universo Marvel), los cambios de formación en la Patrulla-X y Los Vengadores, la aparición de Iron Fist y Powerman (la respuesta de Marvel a las modas de las artes marciales y la blaxploitation), la muerte de Elektra a manos de Bullseye, las Secret Wars (I y II), la creación de Factor-X, el juicio a Magneto y, por último, la aparente muerte de la Patrulla-X al final de la saga La Masacre Mutante. Todo esto es visto por Phil Sheldon que, tras su jubilación y sus problemas de salud, se encuentra impotente mientras ve que el tiempo se le escapa de las manos. A partir del segundo número, Busiek contó con la ayuda del veterano guionista Roger Stern en las labores de documentación, ya que la cantidad de tebeos Marvel a revisar le sobrepasaba.
La mayor diferencia a simple vista entre este miniserie y su predecesora la encontramos a nivel gráfico, ya que en vez del obsesivo realismo fotográfico de Alex Ross tenemos al no tan realista artista filipino Ray Anacleto. Si bien es cierto que perdemos el sentido de la maravilla que tan bien sabía expresar Ross, con Anacleto ganamos en dinamismo y acción. El color de Brian Haberlin ayuda a que no se pierda del todo el realismo de la primera parte, quedando una especie de estilo a medio camino entre el clásico de los tebeos Marvel de toda la vida y el realista de Ross, bastante agradable aunque no sea el culmen de la originalidad.
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