Tras una premisa que me parece muy interesante, un vez más, tenemos un cómic que se queda en un bluff.
Bite Club reúne en un sólo tomo las dos miniseries guionizadas por Howard Chaykin y David Tischman y dibujadas por David Hahn ambientadas en una Miami en la que el vampirismo es una enfermedad producida por un virus lo bastante extendido como para considerar a los vampiros como una minoría social. No son los típicos vampiros a los que estamos acostumbrados, éstos pueden caminar tranquilamente a la luz del sol, los crucifijos no les molestan y el mojo picón solo les causa ardor de estómago. Sin embargo, les gusta beber sangre, son imortales y superiores físicamente y tienen los bajos instintos muy acusados. Además, están de moda entre la gente chic.
En la primera miniserie vemos como asesinan a Eduardo Del Toro, cabecilla de una familia de vampiros de origen nicaragüense que controla los negocios ilegales de la ciudad tras su fachada de empresarios farmacéuticos. Esta muerte supone el inicio de una feroz lucha intestina por el control de los negocios entre los miembros restantes de la familia.
En la segunda miniserie, titulada originalemnte como Bite Club: Vice Crime Unit está narrada desde el punto de vista de la unidad de policía encargada de los asuntos vampíricos, que tienen que resolver un caso de asesinato en el que todas las pruebas apuntan a un miembro de los Del Toro.
Me parece una gran idea la de los guionistas de mezclar la mafia con vampiros (recordemos que Chaykin ya había hecho una cosa similar con la rompedora Black Kiss en los 80's), pero el resultado es decepcionante. El anteriormente polémico Chaykin se ha convertido en un guionista de lo más vulgar y junto a Tischamn se dedica de depredar de aquí y de allá sin ofrecer nada verdaderamente original. El guión está lleno de fallos graves y situaciones inverosímiles en búsqueda desesperada de escandalizar por escandalizar. Los personajes carecen de profundidad (con la excepción del vampiro sacerdote Leto y su hermana la depravada Risa). Les pierden los finales precipitados, del todo absurdos.
El dibujo de Hahn no salva la historia. Tiene un estilo muy depurado entre la línea clara y el cartoon, pero en esta ocasión le encuentro desganado, sus personajes son inexpresivos y fríos. Me gustó bastante más su trabajo en Fábulas.
Como punto positivo tenemos las portadas de Frank Quitely, llenas de malsana sensualidad y prometedoras de un morbo que no encontraremos dentro.
Bite Club reúne en un sólo tomo las dos miniseries guionizadas por Howard Chaykin y David Tischman y dibujadas por David Hahn ambientadas en una Miami en la que el vampirismo es una enfermedad producida por un virus lo bastante extendido como para considerar a los vampiros como una minoría social. No son los típicos vampiros a los que estamos acostumbrados, éstos pueden caminar tranquilamente a la luz del sol, los crucifijos no les molestan y el mojo picón solo les causa ardor de estómago. Sin embargo, les gusta beber sangre, son imortales y superiores físicamente y tienen los bajos instintos muy acusados. Además, están de moda entre la gente chic.
En la primera miniserie vemos como asesinan a Eduardo Del Toro, cabecilla de una familia de vampiros de origen nicaragüense que controla los negocios ilegales de la ciudad tras su fachada de empresarios farmacéuticos. Esta muerte supone el inicio de una feroz lucha intestina por el control de los negocios entre los miembros restantes de la familia.
En la segunda miniserie, titulada originalemnte como Bite Club: Vice Crime Unit está narrada desde el punto de vista de la unidad de policía encargada de los asuntos vampíricos, que tienen que resolver un caso de asesinato en el que todas las pruebas apuntan a un miembro de los Del Toro.
Me parece una gran idea la de los guionistas de mezclar la mafia con vampiros (recordemos que Chaykin ya había hecho una cosa similar con la rompedora Black Kiss en los 80's), pero el resultado es decepcionante. El anteriormente polémico Chaykin se ha convertido en un guionista de lo más vulgar y junto a Tischamn se dedica de depredar de aquí y de allá sin ofrecer nada verdaderamente original. El guión está lleno de fallos graves y situaciones inverosímiles en búsqueda desesperada de escandalizar por escandalizar. Los personajes carecen de profundidad (con la excepción del vampiro sacerdote Leto y su hermana la depravada Risa). Les pierden los finales precipitados, del todo absurdos.
El dibujo de Hahn no salva la historia. Tiene un estilo muy depurado entre la línea clara y el cartoon, pero en esta ocasión le encuentro desganado, sus personajes son inexpresivos y fríos. Me gustó bastante más su trabajo en Fábulas.
Como punto positivo tenemos las portadas de Frank Quitely, llenas de malsana sensualidad y prometedoras de un morbo que no encontraremos dentro.
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